martes, 19 de noviembre de 2013

Reflexiones desde el otro lado del charco

Ya han pasado casi dos meses desde que mi aventura latinoamericana tocó a su fin. No hay duda de que en parte llevaba tiempo esperándolo, sobre todo por volver a ver las caras de mi gente, mi familia y volver a recorrer los rincones que llevaba dos años sin disfrutar.
Atrás quedan dos años en los que me ha pasado de todo, y la mayor parte de las veces, bueno. He conocido lugares increíbles, me he perdido en desiertos, selvas,he caminado sobre un glaciar o me he asomado a la Garganta del Diablo.
También han sido dos años de colectivos,  atascos, paros sindicales, subtes, findes largos e inundaciones.
Pero sobre todo y lo más importante ha sido conocer a la gran familia bonaerense con la que he compartido todos estos buenos y malos momentos, gente con la que cuento para siempre y que sin ellos nada hubiese sido lo mismo.
Noches interminables, anécdotas con las que se podrían llenar miles de libros y momentos únicos, son el mayor tesoro que me he traído en mi triste viaje de vuelta.
Aquí el panorama no puede ser menos alentador, dos meses de búsqueda continua de trabajo, aquí y allá, que no hacen más que confirmar la situación por la que atraviesa el país. Fue sentarme a comer en familia el primer día y  en las noticias solo escuchaba que unos cuantos seguían robando, los de siempre recortando y que unas cuantas miles de familias más seguían engordando la triste y lamentable cifra de desempleo.
Es curioso y me llama la atención que estando en Buenos Aires, eran muchos los argentinos que me decían, "¿Pero que hacés acá?", otros que me decían "Ojalá pudiese irme yo a Europa capo" y yo mismo me creía que el cambio y la vuelta a casa serían un soplo de aire fresco para mi vida profesional, pero por ahora el tiempo no me ha dado la razón.
Seguiremos intentándolo y quién sabe, igual este viaje se pueda convertir de nuevo en uno de ida y vuelta.
Hasta la próxima.

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