miércoles, 10 de octubre de 2012

La Media Maratón de Buenos Aires: El gran desafío

El ser humano es raro, no cabe ninguna duda. Hasta que llegué a Buenos Aires nunca me había dado por correr carreras populares, hasta que en diciembre del año pasado corrí la San Silvestre de 8K y ahí me empezó a picar el gusanillo. Nunca había imaginado ni en mis mejores sueños que unos meses más tarde podría conseguir terminar una media maratón de 21 largos kilometros.
En el asado preparatorio
Mis amigos Imao, Lolismo, Piloto y yo  nos decidimos a apuntarnos para obligarnos a entrenar duramente durante las semanas previas al evento, sabiendo que no era una prueba cualquiera, y que sin tener un poco de práctica terminarla iba a ser una misión casi imposible.....bla bla bla. Finalmente pasan los días y en todo un mes solo había salido a correr dos veces y el recorrido máximo había sido una hora. La primera parte de la misión había fracasado.
Largada
El día previo al maratón, que mejor preparación que un gran asado entre amigos donde los choripanes, la cerveza y la sangría abundaban, echando por tierra las pautas de última hora de hidratación y alimentación  que son necesarios para afrontar este tipo de pruebas, pero que sirvió para llenarnos la moral y decirnos a nosotros mismos....yes we can!
Como buenos runners decidimos que lo mejor para motivarnos y no caer en depresiones pre maratón, y evitar frases como, "que coño hago corriendo 21 km cuando podría estar en un boliche", "no entrené lo suficiente", " yo os espero en la meta sacando fotos", sería juntarnos en una casa para cenar, dormir y desayunar todos en amor y compañía y llegar " con todo" a la largada de las 7:30 a.m en los Bosques de Palermo.
Conseguido!
Así que, después de una ensaladita de pasta para coger energías, una sesión de cine con Invictus como película motivadora  cuya frase de " I am the captain of my soul, I am the master of my fate"
 sirvió para darnos el último aliento, nos fuimos a dormir con la única idea de cruzar la ansiada meta.
Suenan las alarmas y al mirarnos las caras sabíamos que las horas de sueño no habían sido suficientes, pero después de un desayuno de campeones, las últimas consignas y los preparativos nos metimos en la Farraneta  llenos de moral y energía para afrontar nuestro gran reto.
Como no podía ser de otra manera, llegamos con la carrera ya empezada, corriendo de un lugar a otro buscando la consigna, los baños, y el punto de partida de la carrera hasta que por fin....todo comenzó.
Durante los primeros dos kilometros corrimos los 4 juntos, cada uno a lo suyo, respirando, alguna foto, primeros gritos de aliento por parte de los voluntarios que nos acompañaban durante toda la carrera y sobre todo concentración, y repetirnos a nosotros mismos a cada paso, podemos!
Final feliz!
Pasan los kilometros y el recorrido se hace cada vez más bonito: cruzamos la Av del Libertador, la 9 de Julio, el Obelisco, Plaza de Mayo, los barrios de San Telmo y sin darnos cuenta habían pasado 10 kilometros en un suspiro.
En ese kilometro empiezan los dolores, que aunque no te sientes cansado, te empiezan a preocupar, pensando que si siguen así no podrás conseguir el gran objetivo, pero aprietas los dientes, bebes un poco, aprovechas la fruta que te entregan y aprietas el paso sabiendo que aunque no hay nadie animándote en el recorrido haces tuyos todos los gritos de " dale", "vamos", "ya lo tienes" y entonces ya estas en el kilómetro 15 y los dolores han desaparecido.
Con la mirada vas buscando a alguno de tus amigos, alguna cara conocida que te sirva de aliento para el arreón final y sorprendentemente te vas encontrando mejor y durante los últimos 3 kilómetros aumentas el ritmo y con una felicidad inmensa afrontas los últimos  kilómetros con la sonrisa en la cara sabiendo que la meta esta cerca y que finalmente lo has conseguido.
El último kilómetro  aunque era de los más feos del recorrido es un regalo, ya que quizás es el que más disfrutas. Sprint final, visualizas la meta y entras levantando los brazos como si hubieses ganado la prueba, ese momento amigos, no tiene comparación.
Con mi medalla, mi botella de gatorade, y con mis piernas doloridas busco a mis compañeros de aventura hasta que nos fundimos todos en un abrazo de felicidad por haber conseguido el gran reto. Sin palabras.

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