viernes, 11 de enero de 2013

Costa Uruguaya 2.0: Una gran aventura

Con la "frago"
Hace aproximadamente un año conocí por primera vez la costa uruguaya y como sabrán los seguidores de este blog, la experiencia fue de todo menos agradable, por lo que siempre tuve en mente darle una segunda oportunidad a esa buena tierra.
El pasado mes de noviembre, 11 locos amigos y yo cruzamos el Río de La Plata nuevamente para vivir una aventura sobre ruedas durante 5 días de playa, asados, fernet y buena música.
Nuestro medio de transporte sería una furgoneta para 12 personas con maletero para dos, pero la buena onda, la alegría y las ganas de recorrer los kilómetros que teníamos por delante hacía que nos olvidáramos de apretones, piernas dormidas y demás incomodidades.
Primera noche en la Playa " Jamaica"
Salimos desde Colonia del Sacramento después de haber compartido unas cervezas a la luz de la luna  y un baño nocturno increíble en una playa que los locales de allí llamaban Jamaica, ya podéis imaginaros el porqué.
La primera parada fue un sitio llamado Casa Pueblo, en Punta Ballena que fue todo un descubrimiento, donde pudimos disfrutar de un hotel 5 estrellas, de sus vistas y de su piscina hasta que la organización nos invitó a irnos muy amablemente.
Casa Pueblo
Continuamos el camino disfrutando de las maravillosas vistas hasta que llegamos a nuestra primera " casa ", una estupenda cabaña en La Paloma, en donde disfrutamos de un increíble asado y  algunos valientes nos dejamos azotar por las olas y la fría agua nocturna de la playa más cercana.
Después de todo el día disfrutando de la playa, con algunas quemaduras y demás anécdotas sin importancia, pusimos rumbo a Punta del Diablo, un pequeño pueblo costero donde teníamos reservada toda una casita para nosotros solos. Sin dudarlo ni un instante alquilamos unas tablas de body y surf  y nos dedicamos a disfrutar de las olas hasta que el sol y nuestros cuerpos helados dijeron basta!. Nada mejor que una buena cena con las delicias marinas del pueblo y una cerveza helada para retomar fuerzas para el día siguiente.
Picnic en la playa
Al día siguiente más playa, mas olas, y más cervezas frías hasta que el sol nos permitió empezar la que sería una de las partes más bonitas del viaje y que teníamos en mente desde que habíamos dejado Buenos Aires días atrás: Hacer caminando la ruta entre Valizas y Cabo Polonio a través de las dunas.
Playas inmensas y casi vírgenes
La caminata empieza en una playa enorme desde la que ya se contemplan las dunas y un pequeño arroyo que algunos cruzaron nadando y los demás en una pequeña lancha previo pago de una cantidad simbólica de dinero. Una vez en marcha el paisaje te envuelve cuanto más arriba estás de las dunas y una vez arriba tienes ante ti una de las postales más bonitas que se pueden ver en la costa uruguaya, con el mar, y la vegetación como protagonistas estelares.
Hay que mencionar que tuvimos un acompañante canino desde Valizas hasta el final del trayecto, pero no recuerdo el nombre que le habíamos puesto.
Duna entre Valizas y Cabo Polonio
A mitad de camino la noche empieza a caer y la puesta de sol nos regala otro momento inolvidable ya con el Cabo de fondo del que solo nos separaban varios kilómetros de playa salvaje, por la que paseando te puedes encontrar pinguinos y leones marinos que fueron arrastrados por la corriente para rematar su viaje en la arena.
Después de unas 3 horas de caminata por fin llegamos a Cabo polonio, ese pequeño pueblo sin luz ni agua corriente que se convierte en un sitio único al que solo se puede acceder caminando o en camiones que hacen la ruta desde un aparcamiento situado a unos 10 kilómetros hacia el interior.
Última noche en Cabo Polonio
En el Cabo conocimos al famoso Pancho y nos alojamos en su entrañable hostel. Con ganas de reponer fuerzas, nos fuimos de cena para probar algunos de los platos típicos del país, como los buñuelos de algas o el famoso chivito al plato.
Para finalizar brindamos con ron a la luz de una hoguera,  (acompañados de la música de un guitarrista que conocimos esa misma noche),  por el increíble viaje que iba tocando a su fin.
Al día siguiente un largo paseo por el pueblo hasta llegar al faro donde vive una importante colonia de leones marinos que ajenos a las miradas de los turistas disfrutan de un día soleado y de las olas que rompen contra las rocas.
El hostal de Pancho
En el viaje de vuelta todos nos íbamos con la sensación de haber disfrutado durante 5 días de esa magnífica costa, y sobre todo de la compañía. A veces las segundas partes sí que son buenas.
Besos y abrazos

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